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Tocada por la varita de Bill Gates: quién es Juliana Cassataro, la premiada científica que desarrolló la primera vacuna argentina

“Pienso que tenemos que ser lo que podemos ser. Es mejor ser algo antes que no ser nada. No hace falta ser Messi o ganar el Premio Nobel. Argentina tiene un montón de capacidades biotecnológicas. Esta es mi mirada”. Así de realista es Juliana Cassataro, la científica que, a pesar de su tendencia a ir con pie de plomo, sabe ir por todo. Encabezó el desarrollo de la primera vacuna argentina contra el Covid, que en la práctica es la primera vacuna plenamente argentina y, por este logro, L’Oréal-Unesco en colaboración con el Conicet, la galardonarán este miércoles con el premio “por las mujeres en la ciencia”.

El reconocimiento cae en un momento particular de la cotidianeidad de Cassataro, cuya vida incluye una difícil bifurcación. Tironeada, transitando dos senderos paralelos, hace un tiempo intenta arrimarlos un poco.

El primero de esos caminos es el profesional, ahora en un clímax, con la primera vacuna argentina saliendo del horno, a punto de llegar a la gente: “Es el sueño que tenía. Ahora, además de tener el registro de ANMAT y de que se apruebe el primer lote de refuerzos contra el Covid, espero que la gente se la aplique”. Habla de la ARVAC “Cecilia Grierson”, el nombre que le pusieron a la vacuna, en homenaje a la primera médica del país.

“Me acuerdo que era marzo de 2020 y mi hermana me decía que tenía que estar, que me tenía que meter en el tema de la pandemia. ¡Yo le decía que de Covid no sabía nada!”, recuerda.

Fue el inmunólogo Jorge Geffner el que la convocó a una reunión en el Ministerio de Ciencia y es ese instante en el que ella relata un par de condiciones que puso sobre la mesa, el que permite entender que Cassataro no solo es esa mujer de sonrisa alegre, madre de dos hijas, amante del teatro, de la música brasileña, alumna de pilates a desgano, que con su estilo informal y de fresco charlar juvenil le resta credibilidad a sus no tan lejanos cincuentas. Es, además, una científica de convicciones firmes y personalidad fuerte. Puede ser fría en el carácter, desconfiada en el trato y muy directa. Ella lo sabe: “Eso no cae bien”.

En equipo. El trabajo en el laboratorio del IIBIO-Conicet. Foto Guillermo Rodríguez AdamiEn equipo. El trabajo en el laboratorio del IIBIO-Conicet. Foto Guillermo Rodríguez AdamiSi pretendían que ella entregara su compromiso para desarrollar un modelo de vacuna argentina contra el Covid, debía ser clara: “Yo siempre fui muy racional en cuanto al tema de los recursos. Así que dije: ‘Si hay recursos, lo hacemos, pero si no hay, no juguemos a que lo hacemos”.

Se ve que hubo.

La científica de la vacuna contra el Covid

En la misma silla está la otra Cassataro, la que padece una herida íntima y crónica. Tendrá un lugar obligado en cualquier narración que pretenda describir su perfil. Cassataro es hija de desaparecidos. Y ella misma, si bien solo recuerda “unas camitas”, a los tres años y medio fue desaparecida por la última dictadura militar.

Era 1977. En un operativo en San Martín (la misma localidad en la que comparte esta charla con Clarín) fueron secuestrados los padres de Cassataro y ella con su hermana, entonces bebé. Las nenas fueron recuperadas más de un mes después casi de casualidad en Casa Cuna de La Plata (donde se daban chicos en adopción) por un familiar que buscaba a su propio nieto.

Y con unos meses de diferencia a ese primer evento, otros miembros de la familia también fueron secuestrados: «El hermano de mi papá con la esposa, la hermana de mi mamá con el esposo y la prima hermana de mi mamá con el esposo». O sea que los primos de Cassataro son también hijos de desaparecidos y suman ocho las personas que desde entonces “no están más en la familia”.

Cassataro es hija de desaparecidos y temió que si compartía su historia quedara sesgado su trabajo. Foto Guillermo Rodríguez AdamiCassataro es hija de desaparecidos y temió que si compartía su historia quedara sesgado su trabajo. Foto Guillermo Rodríguez AdamiHablamos de chicos recuperados de milagro. Chicos criados por sus abuelas. Abuelas que hacen de madres. Chicos que aprenden de ellas eso de que, a pesar de todo, “hay que seguir”.

La verborragia apurada y adrenalínica de esta investigadora se frena cuando unas pocas palabras alcanzan: “Que me dijeran zurda de mierda era mi miedo. Que me juzgaran. Que dijeran ‘ah, por eso pensás lo que pensás‘. Que si compartía mi historia, quedara sesgado mi trabajo como científica”.

Cassataro, la científica elegida de Bill Gates

Esa científica es la misma que estudió en la Universidad de Mar del Plata, hizo el último año en la UBA y se recibió de licenciada en Biología en 1998: “Todos se iban del país en esa época porque no había un camino. La carrera del investigador se había cerrado. Y, de hecho, cuando me saqué la beca del Conicet, salí número 15 de todo el país, pero solo daban 14 becas para todo el área de Ciencias Médicas. ¡Solo 14 becarios! Yo tenía promedio 8,55. Se ve que alguien no tomó su lugar y así pude entrar”.

De izq. a der, las investigadoras del Conicet-UNSAM Lorena Coria, Juliana Cassataro y Karina Pasquevich. Foto Guillermo Rodríguez AdamiDe izq. a der, las investigadoras del Conicet-UNSAM Lorena Coria, Juliana Cassataro y Karina Pasquevich. Foto Guillermo Rodríguez AdamiEs también la misma investigadora “elegida” por el magnate y cofundador del gigante Microsoft Bill Gates: “Él fue el primero que me tocó con la varita mágica. Fue buenísimo. Era 2010 y había que hacer una presentación de dos páginas describiendo tu proyecto, sin nombre. Elegían uno. Y ahí quedó el mío, seleccionado entre postulantes de todo el mundo. Te daban 100.000 dólares para arrancar la idea”.

Hablamos de su tema de trabajo de muchos años, primero desde un laboratorio en el Hospital de Clínicas y luego, ya mudada con su equipo de trabajo, en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín, IIBIO-Conicet, adonde transcurre esta charla.

Juliana Cassataro (centro) con su equipo. Trabajan en un desarrollo para mejorar las vacunas. Foto Guillermo Rodríguez AdamiJuliana Cassataro (centro) con su equipo. Trabajan en un desarrollo para mejorar las vacunas. Foto Guillermo Rodríguez Adami“Era un compuesto que sabíamos que tenía actividad que inhibía las proteasas. La idea era probarlo como adyuvante, es decir, ver si podía impulsar una mejor respuesta inmunológica en distintas vacunas orales. Esa era mi hipótesis”, cuenta, y advierte: “Todavía faltan varios pasos para mejorar este proyecto. Diría, unos diez años para que funcione mejor”.

Vacunas contra el Covid, contra viento y marea

Lo de los adyuvantes fue interrumpido por la pandemia. Volvemos a la reunión en el Ministerio de Ciencia y a la Cassataro que delinea sus condiciones para crear un prototipo de vacuna contra el Covid, trabajo que, una vez superada la instancia de la mesada de laboratorio, traccionó en colaboración con el laboratorio Cassará. Eso sí, subraya, no faltaron voces empresariales desalentadoras: “Me acuerdo que uno me dijo ‘está buenísimo, pero en Argentina nunca vas a poder hacer esta vacuna. Hay muchos intereses interpuestos‘”.

Sin embargo, pudo: “Ya registramos las versiones monovalente y bivalente, para ser usadas como refuerzo. Va a estar en las farmacias cuando se apruebe el primer lote y estamos en tratativas con el Ministerio de Salud para ver si la compran y se administra en forma gratuita. Es más barata que las vacunas de afuera, dura 18 meses en la heladera –no precisa freezer– y su eficacia correlacionada es comparable a otras marcas. Si hubiera que modificar la variante a la que va dirigida, nos llevaría cuatro meses”.

Ciencia y método para la vida

“Yo paso de decir ‘ya está, ya pasó; sigamos viviendo y trabajando‘ a de golpe decir ‘¡no pasó!‘. De hecho, me sigue pasando todos los domingos. Salvo por mis hijas, todos los domingos no tengo familia para visitar. Vuelve todos los domingos”, reclama.

¿En qué tipo de científica la forjó ese dolor visceral? Explica que odia los extremos. Detesta la grieta política: “Si lo pensás, fui por el lado contrario. Estudié biología. La experiencia de lo que pasó y de haber dado la vida así… digo, qué pena. Era mucho mejor que estuvieran vivos”.

“Es el día de hoy, en nuestro himno, que la parte en que todos cantan ‘con gloria morir‘, me parece terrible. No vale la pena dar la vida (se emociona). El lugar donde yo sentía que no había grieta, que no era juzgada era en el mundo de los animales y las plantas”, reflexiona.

Investigación. La bióloga dice que siempre hay que tener un plan B y un plan C. Foto Guillermo Rodríguez AdamiInvestigación. La bióloga dice que siempre hay que tener un plan B y un plan C. Foto Guillermo Rodríguez AdamiY hay más: “Pocas cosas que me dan miedo. Pero no veo todo positivo. Al contrario. Soy negativa. Yo veo el problema y estoy todo el tiempo pensando cómo resolverlo. Primero pienso el camino A y por las dudas tengo el B; pero, además, por si no funciona, tengo el C”.

-O sea que hay un método concreto para avanzar…

-No sé si es un método, pero mi pensamiento es que no va a funcionar. Por las dudas, hay que tener otro plan.

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