A principios de enero de 1796, Jane Austen, de 20 años, le escribió una carta llena de chismes a su querida hermana mayor, Cassandra. En ella, Jane le contaba sobre “un joven muy caballeroso, apuesto y agradable” de quien estaba enamorada. Tom Lefroy era un abogado irlandés con quien Jane había bailado con mucha alegría en tres fiestas. En tono jocoso, le dijo a su hermana: “Imagina todo lo más libertino y escandaloso en cuanto a bailar y sentarse juntos”.
Anhelaba su próximo encuentro y le escribió de nuevo a Cassandra pocos días después. En esta carta, ofrecía dejarle a su amiga Mary “todos mis otros admiradores”, ya que solo tenía ojos para Tom. Sin embargo, Tom tuvo que irse del país, y en la misma nota escribió: “Ha llegado el día en que tendré mi último coqueteo con Tom Lefroy, y cuando recibas esto, todo habrá terminado. Ante la melancolía de esa idea, las lágrimas ruedan por mis mejillas al escribirla”.
Estas cartas, las más antiguas que conservamos de Jane, revelan una joven vivaz, coqueta y divertida que disfrutaba de las fiestas, el baile y la atención del sexo opuesto. Es una imagen vívida, y aún más valiosa porque se conservan muy pocas cartas de Jane.
Aunque fue una corresponsal prolífica -se estima que escribió miles de cartas a lo largo de su vida- solo tenemos 160. Años después de la muerte de Jane en 1817 a causa de una enfermedad desconocida, Cassandra, a quien su hermana le escribía casi todos los días cuando estaban separadas, quemó casi todas sus cartas. Esa decisión desconcertó y enfureció a historiadores y biógrafos.
Jane Austen es una de las escritoras más importantes de la lengua inglesa. Sus seis novelas -ingeniosas, mordaces y psicológicamente perspicaces, pioneras en forma y contenido- siguen siendo enormemente populares hoy en día, al igual que las adaptaciones cinematográficas, de las cuales hay muchas.
Sin embargo, más allá de los datos biográficos básicos, la información sobre ella es relativamente escasa. ¿Era, como se afirmó, una radical secreta? ¿Lesbiana? ¿Cuánto más sabríamos de ella si Cassandra, su principal defensora en vida y guardiana de su llama después de su muerte, hubiera conservado sus cartas? ¿Qué secretos habrían contenido para que Cassandra pensara que era mejor quemarlas?
Este misterioso acto de destrucción se investigó en Miss Austen, un drama televisivo de cuatro partes basado en la exitosa novela homónima, aclamada por la crítica, de Gill Hornby. En ella, años después de la muerte de Jane, Cassandra (Keeley Hawes) viaja al pueblo de Kintbury, en Berkshire, donde vivían los Fowles, amigos de la familia Austen.
Cassandra llega, aparentemente, para ayudar a Isabella Fowle (Rose Leslie), cuyo padre se está muriendo. Sin embargo, esa casa guarda muchos recuerdos agridulces (en la vida real, allá se alojaba cuando Jane le escribió sobre Tom Lefroy), y tiene un motivo oculto. Quiere recuperar unas cartas escritas por la difunta Jane a su amiga Eliza Fowle, madre de Isabella, pues teme que puedan contener detalles que dañen el legado de la novelista. Cuando encuentra la correspondencia, revive poderosos recuerdos de los acontecimientos de años atrás.
Hornby se interesó por Cassandra tras mudarse a Kintbury y enterarse de que la señorita Austen se había comprometido con el hijo del vicario de la iglesia local. Sobre el motivo de la quema de las cartas, Hornby le dijo a BBC Culture: “Tengo mi propia teoría, tal como se expone en la novela, y creo que se sostiene”.
“Pero hay otras razones, aunque más prosaicas”, continúa. “Una es que en esas cartas habían muchos chismes. Ambas lo compartían todo, incluyendo a unas cuñadas muy difíciles (Jane y Cassandra tenían seis hermanos). Imagino que habría dicho varias cosas indiscretas de parientes molestos, y Cassandra habría querido evitar futuras heridas. También habría habido muchas quejas. Jane se preocupaba constantemente por el dinero; aún quedan muchas menciones que lo demuestran. Así que, en definitiva, no la mostrarían necesariamente bajo la mejor luz”.
Devoney Looser es profesora regente de inglés en la Universidad Estatal de Arizona y una autoridad respetada en Jane Austen. “Una teoría menos considerada, pero que considero probable, es que Cassandra también pudo haber observado de cerca, a principios de la década de 1840, el brutal tratamiento que los críticos daban en las reseñas de las cartas recién publicadas de la fallecida novelista Frances Burney”, le dice a la BBC.
Burney fue una escritora de comedias sociales, a quien Austen leyó durante su infancia y de quien se inspiró. “Esas crueles críticas habrían hecho reflexionar a Cassandra, considerando que las cartas de Jane podrían haber recibido un trato similar. Podrían haber sido criticadas en la prensa victoriana temprana, de haber sido publicadas entonces. Claro que, casi dos siglos después, creo que podemos estar seguros de que finalmente habría sucedido lo contrario: que estas cartas adicionales de Austen serían bien recibidas y admiradas. Esa parte es especialmente devastadora”.
Sin embargo, tanto Looser como Hornby defienden a Cassandra por lo que hizo. De hecho, Hornby escribió “La señorita Austen”, al menos en parte, con la intención de explicar sus acciones. “Cualesquiera que fueran sus motivos, lo cierto es que, por mucho que se quejen los biógrafos, Cassandra hizo lo correcto. Jane era una persona muy reservada”, dice Hornby.
Resalta que Jane Austen eligió publicar anónimamente durante toda su vida, y que su identidad solo fue revelada ampliamente por su hermano Henry en diciembre de 1817, a través de la nota biográfica que escribió para una edición póstuma de Persuasión y La Abadía de Northanger. “No le interesaba la fama, solo escribir”, continúa Hornby.
“Ambas hermanas se horrorizarían al pensar que conociéramos sus secretos. Y el hecho de que, gracias a la hoguera de Cassandra, sepamos tan poco sobre la autora resultó ser un éxito rotundo. Ese elemento de misteriosa y serena dignidad es crucial para el éxito de la marca Jane Austen”. Para Looser, “la reputación de Cassandra como la mayor destructora de las cartas de Jane no es del todo justa”.
“Como señalaron recientemente algunos investigadores, Cassandra fue también la única hermana de Austen que se sabe que conservó un gran número de las cartas de su hermana. Dicho esto, me resulta profundamente desconcertante que alguna carta de Jane fuera destruida. Es evidente que debían contener más de su humor y perspicacia social característicos, además de las noticias y los chismes cotidianos”.
Jane y Cassandra, tres años mayor, tenían un vínculo muy estrecho. Eran las únicas hijas mujeres de un clérigo de Hampshire. Según su madre, “si a Cassandra le hubieran cortado la cabeza, a Jane también le habrían cortado la suya”. Vivieron juntas gran parte de su vida, y Cassandra era la única persona con la que Jane hablaba de su obra.
Un retrato a lápiz y acuarela hecho por Cassandra es la única imagen autenticada de Jane. Al día siguiente de su muerte, Cassandra escribió en una carta: “Ella fue el sol de mi vida, la que iluminaba todos mis placeres, la que aliviaba todas mis penas. Es como si hubiera perdido una parte de mí misma”. Ninguna de las dos se casó.
De hecho, el misterio de la novela de Hornby es simplemente el mecanismo que da origen a una conmovedora exploración de la falta de control de las mujeres solteras sobre sus propias vidas en esta época. A menudo tenían poco o ningún dinero y debían depender de la caridad de sus familiares, que podía o no llegar.
“La subyugación de las mujeres era el tema dominante en su existencia”, dice Hornby. “Sus vidas eran una carrera de obstáculos, y sortear las dificultades formaba parte de su día a día. Nosotros no lo vemos, por supuesto, porque nosotros mismos vivimos con tantas opciones. Pero las novelas de Austen tratan sobre la subyugación de las mujeres. Todas sus heroínas, salvo Emma, corren peligro al principio. Aquellas chicas Bennet (de Orgullo y Prejuicio), una vez muerto su padre, no tendrían dinero ni hogar. El matrimonio es su único plan de rescate, como la señora Bennet ve con tanta sabiduría. La leemos como una creación cómica, y, por supuesto, se la representa para hacer reír, pero, en realidad, es la sensata que puede ver los grandes peligros que se avecinan”.
Andrea Gibb, quien adaptó Miss Austen para la gran pantalla, afirma que el libro le encantó al instante. “Está concebido de forma tan hermosa que podría haberlo escrito la propia Austen. Lo tiene todo: intriga, misterio, romance y amor. No solo amor romántico, sino el amor duradero que existe entre hermanas. La experiencia femenina es fundamental en la historia. En aquella época, las mujeres dependían económicamente por completo de los hombres. Lograr un buen matrimonio era tanto un mecanismo de supervivencia como un ideal romántico”.
Este año se celebra el 250 aniversario del nacimiento de Jane Austen. Además de Miss Austen, la BBC comisionó La otra hermana Bennet, un drama derivado de Orgullo y Prejuicio sobre Mary Bennet, basado en la novela de Janice Hadlow. Netflix, por su parte, está preparando una adaptación de Orgullo y Prejuicio. Y en un libro publicado a finales de este año, Wild for Austen: A Rebellious, Subversive, and Untamed Legacy, Looser espera derribar “el mito persistente de que Austen era suave, remilgada y aburrida”, afirma.
Por lo visto, el atractivo de Jane Austen no muestra signos de disminuir. “Creo que perdura porque aborda preocupaciones universales y arroja luz sobre la sociedad y sus contradicciones inherentes”, dice Gibb. “Pienso que tiene mucho que decirle a las mujeres contemporáneas, ya sean jóvenes e idealistas o mayores. Es una excelente documentadora del comportamiento humano y, además, muy divertida”.
Y a Cassandra, no deberíamos juzgarla con demasiada dureza. Al fin y al cabo, ¿quién querría que los mensajes chismosos que le enviamos a nuestros más allegados fueran leídos por todo el mundo?
*Por Neil Armstrong
