Del discurso en cadena nacional de Milei quedan en el recuerdo algunas pocas cosas. Que el equilibrio fiscal no se toca, que lo peor ya pasó, que comprendió que a muchos no les llegan los logros macro y que se va a ocupar de dar mayor presupuesto a discapacitados, educación, jubilados, provincias.
En esencia: que estamos mal, pero vamos bien. Muchos dicen que ya Macri había pronunciado las palabras mágicas de lo peor ya pasó. Todos sabemos que después nada fue mejor. A la puesta en escena de Milei vale la pena asociarla con alguien a quien en un momento preelectoral le fue bien como a Menem 95.
El sentido es mostrar que la credibilidad se basa en fortalezas que Milei no tiene, y que la misma se va cuando las promesas no son cumplidas.
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En el 95 todos los cañones de la comunicación de campaña habían estado dirigidas a exaltar las virtudes de la convertibilidad. La publicidad refería a que se podía viajar al exterior, tener celulares, servicios públicos privatizados que funcionaban. Sin embargo, hacia marzo del 95, todos los indicadores de opinión pública vinculados a la economía y a las expectativas de futuro eran los peores de los últimos años. La crisis del tequila no fue gratis. El esquema “1 peso=1 dólar” se mantuvo, pero la apreciación del peso frente a otras monedas encareció los costos internos. El país se volvió caro en dólares. Aunque la inflación estaba controlada, el desempleo alcanzó niveles récord por la apertura comercial y la flexibilización laboral.
Se valoraba la convertibilidad, pero se comenzaba a discutir sobre la distribución del ingreso y la corrupción. Entonces Menem dejó de hablar de cuánto le había mejorado la vida a un sector de la sociedad y su objetivo fue el voto popular. En esencia les dijo: “Vótenme nuevamente, en mi segundo mandato la prioridad serán ustedes”.
Le creyeron y ganó en primera vuelta. Claro, como no pudo cumplir con su palabra a los seis meses parecía que nadie le había votado.
Milei quisiera emular el truco. Pero no parece que le vaya a salir del todo bien. Con Menem el país había crecido al 10% anual, la convertibilidad funcionaba. Menem surgió como un outsider que había liderado a los pobres, se alió a los ricos y tenía un firme respaldo político e institucional. El peronismo tenía mayoría de gobernadores y legisladores nacionales.
Milei puede mostrar que logró disminuir la inflación, pero tiene el mercado interno parado, el riesgo país disparado. No es el jefe político de los gobernadores ni de los legisladores.
Milei en el 2023 representó para algunos sectores una expectativa de cambio que se va apagando. Discapacitados, jubilados, universidades son símbolos de un problema mayor. Hoy la gran demanda social está vinculada al trabajo y a la calidad de vida. Es justamente de lo que no habló Milei. Ni de producción ni de cultura del trabajo, ni de recuperación de ingresos.
Fue un discurso muy poco potente para la gravedad de la situación social, disfrazado de humildad y sensibilidad social. A amplios sectores sociales se les está acabando la paciencia y también a los mercados. El programa económico convertido en acciones financieras no convence.
La respuesta de Caputo que se pagará la deuda sin poder precisar de dónde sacará el dinero, no hace más que generar más incertidumbre. Con plata prestada aunque venga de Trump, no se resuelve el problema de una economía parada y endeudada. En octubre el Presidente se juega su gobierno. No hay una reelección posible sin consenso político y social más números electorales contundentes. El síndrome del pato rengo está a un paso. Los viejos aliados más la oposición se relamen.
*Consultor y analista político.