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Carry trade en Argentina: ganancias rápidas, riesgos latentes

¿Qué es el carry trade? En términos generales, el carry trade implica tomar fondos en una moneda fuerte, convertirlos a otra moneda que pague una mayor tasa de interés y luego invertirlos en instrumentos locales. Pasado un tiempo, el inversor revierte la operación y convierte nuevamente sus tenencias a la moneda original, idealmente obteniendo un retorno, medido en la moneda original, positivo. Esta práctica se utiliza internacionalmente, pero en Argentina cobra particular relevancia dado que, ante tasas en pesos muy superiores a las del resto del mundo, la tentación de la llamada “bicicleta financiera” es muy grande.

En la práctica local, el carry trade suele realizarse así: un inversor con dólares los convierte a pesos, los coloca en instrumentos locales de alto rendimiento durante cierto tiempo y luego recompra dólares. Si recompra a un precio similar al inicial, obtendrá un retorno en dólares mucho mayor al que podría haber obtenido si hubiese realizado la inversión en la moneda original. En un contexto de dólar estable —ya sea por condiciones de mercado o por intervención oficial—, esta maniobra rinde frutos porque la tasa en pesos es muy elevada. Por ende, mientras el tipo de cambio se mantenga calmo, el negocio del carry trade funciona y atrae capitales internacionales que son, mayoritariamente, de corto plazo.

Riesgos y beneficios. Los atractivos del carry trade en Argentina son evidentes. En primer lugar, ofrece altos retornos en el corto plazo: si el contexto es favorable, las ganancias pueden ser muy significativas gracias a la brecha de tasas. Por ejemplo, en un mes de relativa calma cambiaria el dólar llegó a caer 2% mientras las tasas locales rondaban el 4% mensual, lo que permitió obtener un rendimiento en dólares cercano al 6%, una rentabilidad mensual que supera ampliamente el rendimiento anual de un bono del Tesoro de Estados Unidos. En ese sentido, aprovechar las elevadas tasas en pesos se traduce en ganancias rápidas en moneda dura, siempre que la cotización del dólar se mantenga bajo control.

Sin embargo, el carry trade en Argentina también implica riesgos considerables que no pueden subestimarse. El más evidente es el riesgo cambiario, ya que la ganancia mensual típica ronda entre 3% y 5% y puede esfumarse con una suba del dólar de apenas ese mismo porcentaje. En la antesala de las elecciones, resulta fundamental recordar la experiencia de 2019 cuando el peso se devaluó alrededor de un 20% en cuestión de días, evaporando en poco tiempo las ganancias de meses. A este peligro se le suma la incertidumbre política y económica: en períodos de elecciones o cambios de gobierno, la dolarización de carteras suele acelerarse, generando una demanda repentina de divisas que rompe la calma cambiaria necesaria para sostener el carry trade. Finalmente, ya que la historia argentina demuestra que ante crisis cambiarias los gobiernos recurren a cambios de rumbo y controles abruptos, todavía persiste el riesgo regulatorio: el retorno del cepo o nuevas trabas a la compra de dólares dejarían atrapados a quienes se quedaron en pesos, impidiéndoles dolarizar sus ahorros y obligándolos a dejar la estrategia por la mitad. Aunque en la actualidad el mercado cambiario luce más libre, no puede descartarse que futuros golpes electores obliguen al gobierno a reimplantar restricciones.

A nivel macroeconómico. Más allá de las ganancias individuales que puedan obtener los inversores, el carry trade tiene efectos visibles en el plano macroeconómico. Cuando los capitales ingresan al país en busca de rendimientos en pesos, esos dólares se venden en el mercado local y generan una oferta adicional de divisas que, en el corto plazo, contribuye a aliviar la presión sobre el tipo de cambio, fortalecer las reservas internacionales del Banco Central y transmitir una imagen de solidez monetaria. El flujo de pesos resultante, al canalizarse hacia bonos, acciones y otros instrumentos financieros domésticos, suele traducirse en un aumento de los precios de los activos locales y en una reducción del riesgo país. Ese aparente “círculo virtuoso” genera condiciones de estabilidad transitoria: el dólar se mantiene contenido, los activos en pesos se valorizan y el clima de confianza se refuerza. No es casual que, en determinados momentos, el carry trade haya sido funcional para los gobiernos de turno, al dar una sensación de calma económica.

Sin embargo, esa estabilidad descansa sobre tasas de interés muy elevadas, que son las que también asfixian a otros sectores de la economía que dependen del crédito para producir e invertir. Para todos aquellos que necesitan financiamiento, el costo de endeudarse se vuelve prohibitivo, encareciendo proyectos, limitando la inversión y reduciendo el consumo. En otras palabras, el mismo instrumento que otorga oxígeno a la macro genera presión sobre la economía real. La experiencia argentina muestra que el mismo flujo que un día sostiene al mercado puede, al siguiente, convertirse en un factor de inestabilidad si los inversores deciden salir de forma masiva. Esa volatilidad inherente convierte al carry trade en un instrumento ambivalente tanto para los inversores como para el país, ya que lo que hoy aparece como una oportunidad mañana puede transformarse en una fuente de vulnerabilidad.

*Sergio Rodríguez Glowinski es economista, director de Ingeco Argentina y agente de Bolsa en EE.UU.

por Sergio Rodríguez Glowinski

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