Cuando el gobernador ultra kirchnerista Ricardo Quintela lanzó con gran entusiasmo los “Chachos“, presentó la cuasimoneda como la solución definitiva a los problemas financieros de La Rioja. Sin embargo, seis meses después, la realidad le demostró lo contrario.
Lo que se anunció como una herramienta de estabilidad terminó siendo un fracaso rotundo: un mecanismo ilegal que perdió rápidamente su valor y fue rechazado por los propios riojanos.
El presidente Javier Milei no tardó en pronunciarse sobre el colapso de la cuasimoneda y, fiel a su estilo directo, publicó en X un mensaje breve pero contundente: “Yo te avisé“, afirmó el mandatario argentino.
El derrumbe de los “Chachos” no fue una sorpresa. Desde el comienzo, el Gobierno de Milei había dejado en claro desde que no intervendría para rescatar la cuasimoneda, advirtiendo que su emisión solo era un parche para ocultar el desorden fiscal de una gestión que, en lugar de sanear sus cuentas, optó por imprimir dinero sin respaldo.
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“No pienso rescatar las cuasimonedas, que se hagan cargo; van a perder valor, y engañan a la gente con un papel“, había afirmado el presidente, y así ocurrió. Ahora, tras el fracaso, la provincia enfrenta el desafío de retirar de circulación los bonos restantes, tratando de minimizar el impacto de un esquema que, como se preveía, nunca fue viable.
Los bonos de cancelación de deuda (Bocade), presentados bajo el nombre del caudillo Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza, fueron diseñados para tener una paridad teórica de 1 a 1 con el peso argentino, pero rápidamente perdieron todo su valor en la práctica. Como consecuencia, muchos comerciantes se negaban a aceptarlos, mientras que otros lo hacían, pero mediante amenazas del gobierno provincial.
El destino de los “Chachos” estaba escrito desde el principio. Las cuasimonedas no son más que un reflejo de un Estado que gasta más de lo que tiene, una estrategia que ya ha fracasado a lo largo de toda la historia argentina y que, como era de esperarse, también fracasó en La Rioja.
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A pesar de este fracaso rotundo, Quintela parece no estar dispuesto a reconocer su error. Recién regresado de unas vacaciones en Cariló, el gobernador mantiene su discurso de victimización, asegurando que la provincia “no recibe los fondos que le corresponden“, y se niega a realizar el ajuste. Su gestión, caracterizada por el despilfarro y decisiones sin fundamento, llevó a La Rioja a una situación crítica.
Mientras el Gobierno de Milei se enfoca en mantener el superávit fiscal y el equilibrio de las finanzas públicas, el gobernador ultra kirchnerista riojano sigue aferrándose a soluciones fracasadas, sin asumir la responsabilidad de su propia administración.
Los “Chachos” fueron solo una muestra más de su incapacidad para gobernar. Y, al final, se sumaron a otro capítulo en la larga historia de improvisación del peronismo.