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Las razones de una derrota contundente

No hay derrotas buenas, pero las hay mejores o peores. La de ayer fue una fea y contundente derrota de Javier Milei cuando todavía le faltan tres meses para cumplir los primeros dos años de su mandato de cuatro años. Perdió por más de 13 puntos en el distrito más grande y más importante del país, donde se aloja casi el 40 por ciento del padrón electoral nacional. Demasiado temprano para perder de esa monumental manera, salvo que piense, como ironizaba Churchill, que “el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Más allá de las ironías, Milei ignoró lo que debía saber cuando hace poco anunció que le pondría “el último clavo al ataúd del kirchnerismo”. No hubo clavo y ni siquiera hubo ataúd. “Fue una catástrofe para Milei”, describió alguien que no quiere que dañen al Presidente y se preguntaba qué sucedería hoy. El Gobierno debería estar preparando durante la noche las medidas que anunciará durante el primer día hábil de una semana que será seguramente muy complicada y ardua. Sea como fuere, habrá necesariamente un mileísmo distinto del que se vivió hasta ahora, porque son previsibles las repercusiones en la economía, aunque nadie está en condiciones de predecir su dimensión ni sus contenidos.

Los mercados son tan amables en la buena hora como implacables cuando ocurre una destacada derrota. Milei se verá obligado, así las cosas, a tomar precauciones para que la economía no termine también por condicionarle las elecciones nacionales de octubre, que son las que realmente importan porque configurarán el nuevo Congreso con el que el jefe del Estado deberá lidiar hasta el final de sus actual mandato. Lo aguarda, además, un peronismo con cierto halo, falso o cierto, de victorioso; también resentido por la prisión de su jefa real, Cristina Kirchner, y con su eterna voracidad por retener o retomar el poder. La falta de experiencia política de Milei (y también de conocimiento de la historia) lo empujó a cometer muchos errores. El primero de ellos fue creer en el agradecimiento perpetuo de la sociedad por una baja considerable de la inflación. Los argentinos le agradecieron durante un tiempo, hasta que se dieron cuenta, consciente o inconscientemente, de que esa caída de los índices inflacionarios tenía un precio: el estancamiento de la economía.

Guillermo Oliveto, uno de los mejores especialistas en tendencias sociales y de consumo, suele contar que mucha gente le dice que “el mes se le termina el día 20”; es decir que hay diez días del mes en los que muchos argentinos viven como pueden y de lo que pueden. Aunque no solamente ahí, la mayoría de esas personas con un mes de 20 días vive en el conurbano bonaerense, justo donde mandan los caudillos peronistas municipales que ayer se jugaban su destino (y sus negocios, por qué no decirlo). Podían tolerar cualquier eventualidad, menos el fracaso electoral. El aparato funcionó con la perfección de los días en los que se juega el destino del poder. ¿Más errores? Por supuesto. Si Milei hubiera sido consciente de la debilidad política con la que asumió, habría disimulado al menos su agresividad, que es congénita en él, y habría ordenado la prohibición de cualquier práctica deshonesta en el manejo de su administración. Eligió la pendencia, el agravio y el insulto. Ningún adversario real o imaginario quedó exceptuado de sus peores ofensas y de sus metáforas muchas veces escatológicas. Convirtió su vida en un ritual de violencia y agresiones; sus enemigos, destinatarios de esas mareas descontroladas de rabia y saña, lo están esperando. Para peor, sucedió contemporáneamente la denuncia de su examigo y exabogado Diego Spagnuolo, que fue el jefe de la Agencia Nacional de Discapacidad, sobre supuestos sobornos en el penacho del poder con la compra de medicamentos para discapacitados. Letal mezcla entre la corrupción presunta y la ayuda estatal a los discapacitados.

Milei en el cierre de la campaña bonaerense, en MorenoNatacha Pisarenko – AP

Si la política se terminó pareciendo al violento escenario de los autitos chocadores, y si la sociedad percibe que destacados funcionarios estarían haciendo negocios con la ayuda pública, nada pudo compensar entonces las tangibles penurias de la economía en vastos sectores sociales. La provincia de Buenos Aires alberga a los más grandes núcleos de pobreza del país, y es también donde más se practica el trabajo en negro o el cuentapropismo. Son los sectores más afectados, precisamente, por la política económica de Milei, que consiste en el más importante ajuste “en la historia de la humanidad”, según el Presidente, sea cierta o no esa afirmación. ¿Era necesario? Sí, era necesario.

Todos los gobiernos de las últimas décadas hicieron del despilfarro de los recursos públicos sus programas más congruentes. Pero los sacrificios de ese ajuste debieron ser reparados en parte al menos por una estricta austeridad en los gastos de los funcionarios y en una sobreactuación de la honestidad en los manejos de los dineros del Estado. No hubo palabras que buscaran la pacificación de la sociedad; cavaron en la grieta preexistente; despreciaron las formas imprescindibles, porque hacen al fondo del sistema democrático; hubo ostentación de gastos innecesarios (¿era indispensable que el Presidente viajara cada 45 días a los Estados Unidos?), y no cuidaron las escrupulosa honradez que debió primar entre los principales funcionarios de Milei. ¿Por qué imaginaron que triunfaría en la provincia más adicta al peronismo y más cargada de ciudadanos afectados por las políticas esenciales del mileísmo?

Otro error del Gobierno fue prestarse a la estrategia del peronismo y aceptar que en la provincia de Buenos Aires se votaba ayer un plebiscito sobre la gestión del Presidente. En rigor, se votó para elegir a concejales municipales, y ese dato no es menor si se tiene en cuenta que de los concejos deliberantes depende la estabilidad de los intendentes. La homérica provincia tiene 84 intendentes peronistas de los 135 que hay en total, pero la mayoría de los justicialistas gobiernan las ciudades más pobladas y las más pobres. Con paso cansino, tapándose la nariz o ingiriendo digestivos, el peronismo hizo lo que hace siempre: logró la unidad en las vísperas de elecciones. La propia lideresa del peronismo, la viuda de Kirchner, lo aceptó sin ponerles maquillaje a sus palabras: “No rifaré la unidad”. Aceptó las condiciones que le exigió su viejo discípulo Axel Kicillof y fue a una elección desdoblada que a ella no le gustaba. Y volvió a tolerar a Sergio Massa como un aliado, el mismo Massa al que odió durante seis años, desde 2013 hasta 2019. ¿Kicillof ganó su desafío a Cristina Kirchner? Hay peronistas que insisten en que el gobernador bonaerense es un “empleado” de la expresidenta y que nunca dejará de serlo. Es una hipótesis. Veamos la realidad.

Kicillof en La plata, tras el triunfo electoralFERNANDO MASSOBRIO – LA NACION

Kicillof se empecinó en separar las elecciones provinciales de las nacionales. Cumplió con ese plan y, además, lo metió al Presidente en la ratonera del plebiscito que el mandatario nacional perdió el domingo. Kicillof puede decir entonces que, a pesar de su pésima gestión, sobre todo de materia de seguridad, fue el arquitecto de la aplastadora derrota que el domingo se abatió sobre Milei. La viuda de Kirchner, presa en su casa y sin posibilidad de aspirar a la función pública, ya no está en condiciones de enfrentar a su pupilo de otrora. Ella también perdió ayer, aunque su derrota haya sido mejor que la de Milei. Mejor también –todo hay que decirlo– porque ella no tiene las riendas del poder en el país. Los intendentes peronistas son conocidos por la precisión de su olfato político y la mitad de ellos se había ido con Kicillof cuando este se enfrentó con la señora de Kirchner. La lealtad de los peronistas está condicionada a la oferta electoral. Es evidente que los intendentes sabían que Kicillof les ofrecía más que Cristina Kirchner en materia de victorias electorales. La descripción de lo que pasó no hace a Kicillof mejor que Cristina Kirchner; el gobernador es un hombre ideologizado, esquemático y poco afecto a los cambios. Fue el ministro de Economía más intransigente de Cristina y el que cometió enormes desastres con las estatizaciones de las empresas privatizadas. Esos desvaríos del gobernador no ocultan que el domingo se convirtió en una alternativa cierta del peronismo frente a las elecciones presidenciales de 2027. Guste o no, es el eventual candidato a presidente que el peronismo no tenía hasta el sábado. La política no es nunca una línea recta; falta saber todavía si a Kicillof no se le abrirá una diagonal que lo alejará de su proyecto actual.

¿Y que hizo Milei frente a la obsesiva decisión de unidad del peronismo? Dividir lo que pudo ser una alianza mucho más amplia y generosa. Tanto como Javier Milei, ayer fracasaron también su hermana Karina y los primos Menem (Martín y Eduardo “Lule”), autores de la idea de “pintar de violeta” el país. Querían decir que estaban dispuestos a ganar solos con La Libertad Avanza en todo el país, sin la ayuda de nadie. De hecho, la alianza con Pro en la provincia de Buenos Aires se hizo con el desgano de Mauricio Macri y gracias a la sumisión de Diego Santilli (que dio un salto mortal entre el larretismo y el mileísmo) y de Guillermo Montenegro, que pasó de Macri a Milei sin escalas. El macrista Cristian Ritondo también participó de esa negociación, pero lo hizo sin sobreactuaciones. ¿Qué dirá ahora Patricia Bullrich, que abandonó las viejas convicciones democráticas para terminar en los brazos de Milei? Debe reconocerse que tanto Guillermo Francos como Santiago Caputo estaban mejor orientados que los hermanos Milei y los primos Menem; aquellos dos propiciaban acuerdos políticos más amplios para terminar de una buena vez con el kirchnerismo.

Francos y Caputo hubieran impulsado alianzas con los sectores moderados de la política bonaerense (Pro, los Passaglia y Somos, entre otros) y un mejor trato a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que es la política con la que Milei llegó a la Cámara de Diputados en 2021 y a la presidencia de la Nación en 2023. “No quiero saber nada con ella”, suele decir, en cambio, el Presidente cuando le hablan de reconciliarse con su vice. Pero Santiago Caputo deberá responder, a su vez, por proteger a personajes tuiteros como el llamado Gordo Dan, el médico pediatra Daniel Parisini, que trabajó en el Hospital Garrahan y que mintió sobre la hija discapacitada del senador Luis Juez. Que un médico se entretenga públicamente con una persona con discapacidad es la refutación misma de su profesión. El reino de la impunidad tuitera llegó también a su fin el domingo, si es que Milei quiere conservar algo de lo que consiguió hasta ahora. Esas agresiones forman parte de la culpa de la derrota.

Los ojos de la política y la economía estarán puestos este lunes sobre los mercados: el precio del dólar, el riesgo país, el valor de los bonos argentinos y, en última instancia, sobre qué hará el Gobierno con las ya desmesuradas tasas de interés. Es evidente que a la mayoría de los bonaerenses no les importó el “riesgo kuka” del que hablaba el Presidente y prefirió mandarle un mensaje al propio Milei, que se pareció más a un nocaut que a un mensaje. El peronismo es peligroso, además, cuando olfatea la sangre del adversario. Acaba de demostrar en el Congreso que es capaz de alcanzar los dos tercios en las dos cámaras del Poder Legislativo, que es también la mayoría que requiere un juicio político al Presidente. Cuidado, señora de Kirchner. Una cosa es anular un veto del jefe del Estado a una ley que beneficiaba a los discapacitados y otra cosa es un fulminante juicio político al Presidente. Vale la pena referirse a ella, porque es ella quien todavía tiene el liderazgo más importante en los resquebrajados bloques del peronismo. Y es ella, también, quien cree que solo la política controlada por el peronismo le puede abrir la puerta de una prisión que se anuncia larga e implacable. La economía y el riesgo de la voracidad peronista podrían poner en riesgo las elecciones de octubre. Consumado un fracaso electoral de un tamaño que ni él mismo imaginó nunca, Milei debería en adelante dialogar con sus aliados naturales y callar para evitar el naufragio.

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