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Estar acorde al espíritu de la época

Una gran mayoría de los argentinos ha asumido la necesidad de un cambio de fondo en el manejo de la economía. El consenso en ese sentido es tan importante y profundo que debe considerarse epocal. Cuando algo así sucede, es menester entenderlo para que sea el pilar en que se apoye el progreso futuro.

Las reflexiones de Ortega y Gasset, de hace 102 años, en el El tema de nuestro tiempo, acerca del espíritu de su época, se pueden tener en cuenta para entender el tema central que ordena nuestro tiempo. Decía Ortega que ”mientras edifica lo nuevo, tiene que defenderse de lo viejo”.

Deberíamos entonces hoy poder determinar cuál es el consenso que reclama e impulsa cambios, y que es lo viejo de que hay que defenderse. Agrega Ortega que cuando esto es percibido sólo por algún individuo, no tiene trascendencia histórica, de allí su llamado a la generación, entendida cómo un cuerpo social íntegro, que asume un compromiso dinámico, convirtiéndose en el eje sobre el que se ordena el cambio.

El primer consenso es la percepción de que hay un modelo que ha fracasado en forma rotunda y que la clase dirigente es la principal responsable.

El segundo es, que este fracaso, ha instalado la convicción de que debe ordenarse la economía, no van más los gastos desorbitados, los déficits fiscales permanentes, los endeudamientos, la emisión monetaria descontrolada y sobre todo, la inflación para financiarlo.

El tercero es que la casta, un conglomerado de privilegiados, que se apropió del estado trabajando para sí, enriqueciéndose a expensas del sacrificio del conjunto, es la principal responsable de la decadencia. En este caso, por más que no comparta las caracterizaciones del Presidente al respecto, entiendo que sí, la falta de austeridad, honestidad y corrección, en la política, el empresariado prebendario y los sindicatos, tienen una gran responsabilidad.

Se empieza a entender la paradoja más relevante del desenvolvimiento argentino, producimos menos de lo que podríamos y consumimos más de lo que podemos, y sobre todo, comprender que esto no puede seguir así.

Qué sería lo viejo de lo que hay que defenderse: en primer lugar la corrupción, sobre cuya matriz estructural se debe trabajar. Pero también se enfrenta con funcionarios dignos y decentes de pasado irreprochable. Esto no está sucediendo, nuevos representantes de viejas castas en posiciones claves de gobierno, son aquello de lo que hay que defenderse. El hartazgo no es frente a la corrupción de algunos, es frente a toda corrupción.

El sesgo antirepublicano de considerar “ñoños” republicanos a todo aquel que entienda que el progreso y el crecimiento económico necesitan de un orden institucional y de una cultura democrática. El concepto de república se debe llevar a su más alta expresión, no caben frente a ella ni la preeminencia de pactos sectoriales sobre los intereses generales ni la aceptación de la corrupción, ni el desapego institucional, la estigmatización de quienes piensan distinto, sean la oposición o la prensa o un niño que reclama atención para las necesidades de los discapacitados.

La agenda ultraconservadora e intolerante en lo político y social, el rechazo a la justicia social entendida como perversa, el desprecio al diálogo sobre los problemas de la nación con quienes no son sus partidarios y una política internacional que reemplaza los intereses estratégicos de la nación por las preferencias ideológicas del Presidente, acompañando la posiciones extravagantes de los presidentes de otros países, entre otras cosas, está lejos de entrar en lo que consideramos el espíritu de la época.

Cabe también objetar en algunos casos las formas y en otros el contenido de los ajustes que se profundizan en algunos ámbitos de alto impacto social y ni siquiera se insinúan en otros, como regímenes promocionales, exenciones impositivas y privilegios diversos que tendrían un impacto fiscal mayor si se llevaran adelante.

La inhabilidad política del Presidente le está dificultando a su gobierno ser eficaz en el avance en el sentido de las transformaciones que la Argentina requiere y que, contra todo pronóstico, tienen un importante apoyo por parte de la población.

Será difícil encontrar coincidencias con un gobierno que extrema innecesariamente las posiciones, desde la extraña convicción de ser un iluminado con la misión de llevar adelante un programa libertario no aplicado en ningún lugar del mundo. Sin negarnos a ello, se debe al menos procurar coincidencias en el espacio de la oposición de centro, tanto liberal progresista como socialdemócrata y republicana.

Los hasta ahora principales partidos políticos de la Argentina, el peronismo, el radicalismo y el Pro, parecen no estar entendiendo esto y eso les impide pararse correctamente frente a las propuestas e iniciativas del presidente Milei.

El peronismo se instala en el lugar del pasado, sin entender el espíritu de la época, lo mira como virtuoso y como un lugar a donde volver. El radicalismo tampoco parece entender el espíritu de la época. Conducido por varios proyectos personales, va perdiendo relevancia en el panorama nacional, va desapareciendo, no hay más radicalismo, solamente hay radicales en diversos territorios del país y aunque exhiben muy buenos gobiernos, expresan posiciones distintas entre sí. Finalmente el Pro, que entiende el espíritu de la época de la misma manera como lo hace el presidente Milei, aceleradamente se encamina a su extinción por absorción.

Si afinamos la percepción, probablemente se pueda distinguir el enorme consenso acerca de la racionalidad y necesidad de equilibrio en el gasto, de la grotesca motosierra que daña donde no hay que dañar y no corta donde hay que cortar.

La oposición no debe dar lugar a equívocos. La reducción de la inflación no debe ser puesta en jaque. El aporte de otra mirada acerca de cómo se sigue después lo logrado, preservándolo, tiene que ser claro y pródigo en alternativas.

A la impericia del oficialismo se agrega la impericia de la oposición no kirchnerista, a la que se le debe atribuir también el concepto orteguiano de “desorientación vital” e irresponsabilidad generacional.

La discusión por el espacio en las listas, llevó a que se presenten en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para las elecciones legislativas de octubre próximo, 4 o 5 listas que debieron ser una. No ofrecer una alternativa en una ciudad de tradición liberal y progresista es un error imperdonable.

Le cabe al radicalismo en su condición de fuerza principal del espacio opositor no kirchnerista, a cargo de cinco buenos gobiernos de provincia, reasumir su rol de fuerza nacional y liderar ese centro político vacante de expresión nacional en la Argentina de hoy.

Una oposición tan firme como responsable es indispensable, puede contribuir a la corrección de estos graves errores y convertirse en una alternativa que exprese, con más solidez, empatía social, impronta productiva y perspectiva de futuro el espíritu de la época.

Exintendente de la Ciudad de Buenos Aires y diputado nacional (MC).

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