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Bullrich, la represión y Pablo Grillo: Lo que no podemos hacer es dar marcha atrás

Este domingo Patricia Bullrich dio una entrevista al canal TN del Grupo Clarín. Buena parte de la conversación con Franco Mercuriali giró en torno a la represión de la protesta social, que tiene cada miércoles frente al Congreso a las jubiladas y los jubilados como protagonistas. Y habló, entre otros puntos, de lo sucedido con el fotógrafo Pablo Grillo el 12 de marzo. ¿Pidió disculpas? ¿Prometió investigar y sancionar a sus criminales? Nada de eso.

Como ya es costumbre, la ministra de Seguridad Nacional volvió a hacer gala de su impudicia al desplegar una nueva sarta de mentiras con el único objetivo de reforzar sus políticas de represión, que en muchos casos alcanzan (con aval ministerial) un más que preocupante accionar criminal por parte de las fuerzas federales. Vale decir que en la entrevista ninguna de sus falacias recibió desmentida o cuestionamiento alguno.

Bullrich dijo que se “está tratando de instalar el tema de los miércoles”, en referencia a las movilizaciones frente al Congreso. Como si esas protestas, en las que jubiladas y jubilados reclaman salir de la pobreza y la indigencia, pese a ser muy silenciadas por las empresas periodísticas no estuvieran ya “instaladas” hace años. Para ella sólo son acciones “opositoras” que buscan “jorobarle la vida a la gente”.

En ese sentido, evocando sus épocas de ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa, cuestionó el paro del 10 de abril convocado por la CGT . “¿Otro día y medio sin trabajar?”, se preguntó al tiempo que aseguró que, pese a la medida de fuerza, “la gente va a ir a trabajar igual”. Casi una tarotista con el mazo en la mano.

Una barra con rango ministerial

Bullrich insiste en instalar su versión (reproducida por aliados como TN) sobre la supuesta aparición de miles de “barrabravas” en la marcha del miércoles 12 de marzo. La tergiversación de los hechos, estigmatizando a hinchas solidarios, con el correr de los días fue categóricamente desmentida por periodistas especializados que dieron cuenta de la ausencia total de “barras” en la protesta.

Pero ella quiere morir con su relato. Asegura que “el nivel de delincuentes y barrabravas que hubo en las marchas es muy fuerte” y que de las cientos de personas que fueron detenidas “cuarenta tienen antecedentes, por ejemplo de robo a mano armada”. Sin embargo, aún no pudo mostrarle a la sociedad esos “antecedentes” de quienes integran el grupo de 114 detenidos aquel día.

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Lo que sí abundan son laburantes que se movilizan hace tiempo junto a las y los jubilados y que ese día fueron “cazados” al voleo. Como Alejandro Todaro, médico del Hospital Laura Bonaparte, quien relató en detalle a La Izquierda Diario cómo fue atacado por la Policía Federal, apresado irregularmente y liberado horas después por falta de pruebas.

Provocadora, Bullrich dice que “el 99 % de los que están ahí no son jubilados, los jubilados se quedan en su casa”. La falacia estadística busca minimizar el hecho de que, desde hace mucho tiempo, cientos de adultos mayores se plantan frente al Congreso. Pero a la vez desprecia el hecho de que quienes marchan sin ser aún jubilados, más temprano o más tarde, lo serán. Cómo le cuesta salir del ridículo.

En la entrevista, Mercuriali quiso tirarle un centro a ver si podía ser más filosa. Le preguntó quién mandó a los barras al Congreso y citó a su colega Nicolás Wiñasky, quien había asegurado que a muchos “les pagaron $ 50.000 para ir a romper todo”. Sin embargo, la ministra optó por ser un poco más cautelosa que días atrás.

Tras los hechos del 12, sus funcionarios presentaron una denuncia penal contra los intendentes de La Matanza y Lomas de Zamora. Flojos de papeles, aseguran que el Ministerio pudo constatar que desde las sedes de esos municipios salieron hacia el Congreso micros llenos de barrabravas armados. Hasta dicen que “hay videos”. Pero en todo este tiempo no mostraron una sola evidencia. Este domingo, en TN, ni mencionó esa denuncia.

“¿Quién los mandó?”, insistió Mercuriali. “Eso es lo que estamos viendo”, respondió Bullrich. Y se escapó por la tangente al afirmar que tienen “muchas denuncias y, como lo hemos hecho en otras oportunidades, las vamos a investigar. La Justicia, en las denuncias que nosotros ya habíamos hecho cuando los piquetes (sic) la gente empezó a hablar, y hablar y hablar, hay muchas que ya están llegando a juicio, como es el caso de (Eduardo) Belliboni”. Tanta amalgama sólo es necesaria cuando no se tiene mucha verdad para mostrar.

El mezcladito de la ministra

En otra vuelta de rosca, Bullrich intentó vincular a quienes marchan los miércoles con hechos efectivamente protagonizados por barrabravas, como los ocurridos la semana pasada en La Plata en medio de la disputa por la conducción de la seccional local de la Uocra. Una puja que tiene como protagonistas principales a Iván Tobar y al “Pata” Medina. El primero lidera la barra de Estudiantes y el segundo tiene como aliado al “Volador” Camilleri, líder de la de Gimnasia.

Ambos barras tienen estrechos lazos con el intendente Julio Alak y el gobernador Axel Kicillof. Algo que la ministra aprovecha para su historieta. “Cuando (en Congreso) vemos a las barras a las que dos semanas después las vimos destruyendo un hospital en La Plata decimos ‘¿quién paga esto? ¿qué interés hay acá?’, pregunta, pese a que ni Tobar, ni Camilleri ni ninguno de sus subalternos convocaron a marchar.

Pese al uso electoralista del caso, curiosamente Bullrich elogió al ministro de Seguridad de Kicillof. Afirmó que Javier Alonso, continuador de la gestión de Sergio Berni, “es una persona muy razonable, que trabaja a fondo y tiene una mirada”. Lo que se necesita, dice, es “poner en línea y ordenar todo, el servicio penitenciario, las leyes, la Justicia”. Una filosofía muy interesante.

De Maldonado a Grillo

Otro de los centros que le tiró el periodista de TN a su entrevistada se refiere al “protocolo antipiquetes” y las consecuencias de su aplicación. “¿Está garantizado el derecho de protesta, a reclamar frente al Congreso?”, inquiere Mercuriali. “Por supuesto, dentro de la garantía que tiene que tener la sociedad de circular y poder llegar a trabajar sin comerse tres o cuatro horas de viaje”, repite como lora la ministra.

Entonces su interlocutor menciona a Pablo Grillo, quien enfrenta una difícil recuperación después de que un tubo de gas lacrimógeno lanzado por Gendarmería le partiera la cabeza mientras trabajaba con su cámara fotográfica cubriendo la represión del miércoles 12.

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“¿Le preocupa que, producto de un operativo, haya una víctima y que, además de la vida que se pierde, haya una bandera como la de Santiago Maldonado para buscar también generar un caos en el Gobierno”, interpeló “sagaz” el animador de noticias. “Por supuesto que hay una preocupación, pero lo que no podemos hacer es dar marcha atrás y permitir el desorden”, escupió Bullrich.

Y agregó que “siempre preocupa el tener que utilizar armas específicas para manifestaciones, antidisturbios, pero también la sociedad tiene que saber que nosotros garantizamos a los 46 millones de argentinos que puedan circular, vivir en un país en paz donde no sean unos pocos los que tomen la calle”.

Una vez más, justifica que sus operativos puedan provocar heridas graves e incluso la muerte de manifestantes. Pero además vuelve a mentir, cuando adjudica el daño infligido a Grillo en el mero uso de “armas específicas para manifestaciones”. Como bien lo establece la jurisprudencia internacional, el uso fuera de protocolo de las llamadas “armas menos letales”, como el gas que impactó en el fotógrafo, hacen directamente letales a esos proyectiles.

Bullrich quiere salir rápido del tema. Sabe que, al igual que en 2017 ante casos como el de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, su defensa incondicional de gendarmes, prefectos y policías federales choca de frente contra las evidencias. La reconstrucción fílmica y fotográfica del episodio en el que Grillo cae herido demuestra que fue víctima directa de un ataque asesino, no de un mero efecto colateral de un accionar “antidisturbios”. Sus patas son cada vez más cortas y los zancos de la tergiversación cada vez le sirven de menos.

La semana pasada Fabián Grillo dijo que, además de estar ocupado en la recuperación de su hijo, debía batallar contra todas las falacias y tergiversaciones oficiales. “Con todas esas mentiras le siguen pegando a Pablo”, afirmó entrevistado por Ernesto Tenembaum en Cenital. Y agregó que el vocero Manuel Adorni mintió al decir que la familia había “cortado el vínculo” con el Gobierno. “No podemos haber cortado lo que jamás existió, nunca se comunicaron con nosotros”.

Este domingo el hombre informó en diálogo con el sitio Parte del Aire que “Pablo ya se maneja por sus propios medios” y “es asombrosa la evolución que está teniendo”. Además reivindicó a las y los profesionales del Ramos Mejía que atienden a su hijo: “Es admirable el hospital público”.

“Está demostrado que todo lo que dijeron era absolutamente mentira y que, a medida que fueron apareciendo más videos, iban acomodando esa mentira con una mentira nueva”, graficó el padre de Pablo, convencido de que en algún momento Bullrich deberá responder, incluso penalmente, por todo lo que está haciendo.

Fabián Grillo también está convencido de que las represiones de Bullrich tienen mucho más de método que de improvisación. “Yo lo viví frente al Congreso en 2017, cuando junto a mi gremio marchamos contra la reforma jubilatoria, a un compañero (con balas de goma) le rompieron los anteojos, o sea que tiraron a la altura de la vista”, recuerda.

Las muertes de Maldonado en Chubut y de Nahuel en Río Negro, ambas en 2017. La de Fernando Gómez en diciembre de 2024 y la de Ivo Torres este año. Todas a manos de gendarmes y prefectos que “cumplían con su deber”. Manifestantes con heridas, algunas irreversibles, en ojos, cabezas, espaldas, piernas y genitales, cuando gobernaba Macri y cuando gobierna Milei. Y un cúmulo de mentiras, algunas convertidas en causas penales contra trabajadoras y trabajadores que cometen el “crimen” de salir a luchar.

De todo eso está cargado el prontuario de Patricia Bullrich, la más barrabrava de todos, la que asegura que no dará “marcha atrás”. Algo que está por verse.

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